Ayer nos montamos en el autobús y nos dispusimos a bajar a Lanjarón para disfrutar de la fiesta del agua. Antes de partir nos compramos unas pistolitas de agua, pobres ilusos, no sabíamos que de poco nos servirían. No éramos conscientes de la magnitud de la fiesta, recuerdo que me quedé pensativa cuando entré al baño de un bar y vi que la gente llevaba gafas de nadar, y que algunos cañoneros precintaban con cinta aislante las puertas de sus casa. Sólo duró una hora, desde las 00:00 hasta la 01:00, una locura, la gente desde los balcones, bares... echando agua por doquier. Al principio, uno estaba receloso de mojarse, pero luego era un no parar de pasar por delante de las mangueras gritando el tio que te enchufase. La frase estrella era: " Esto no es San Juan, esto es cachondeo ¿donde está el agua que yo no la veo? ". Al final las calles de Lanjarón eran verdaderos ríos de agua ennegrecida, que servían para rellenar los cubos (que no nuestras tristes pistolitas) y volvérsela a tirar al que tuvieses al lado. La hora me parecieron pocos minutillos, de veras, una experiencia muy divertida.
También hay que recapacitar y pensar en la cantidad de agua que se despilfarra con el único objetivo de pasárselo bien mientras que nuestros vecinos están deshidratados. Supongo que estamos en lo de siempre llegando a la misma conclusión, el hombre es egoista por naturaleza.
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2 comentarios:
Mjm... yo no me atrevería a criticarlos, aunque tienes razón con el despilfarro de agua. Sin embargo, hay cien mil tradiciones aún más dañinas, pienso yo.
Sí, tienes toda la razón, si empezásemos a enumerar la lista sería larguísima. Pero ello sólo serviría para hacer hincapié sobre la misma conclusión: el ser humano es un animal egoista que únicamente mira por sus propios intereses sin recapacitar en las necesidades o el sufrimiento del prójimo.
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